El 22 de junio, en la sede de la Diputación Provincial, se retomaron los trabajos presenciales del Plan Territorial de Fomento para Ávila, el nombre técnico que hace referencia a una estrategia interinstitucional que pretende reindustrializar la provincia, y en el que venía trabajándose desde el pasado año hasta que la crisis sanitaria lo frenó en seco a mediados de marzo.
De hecho, Junta de Castilla y León, Ayuntamiento de Ávila, Diputación Provincial y agentes sociales y económicos habían presentado sus propuestas, medio centenar de las cuales se habían encumbrado a la agenda de lo perentorio y sustancial a juicio de unos expertos que, hasta el estallido del confinamiento, habían analizado prácticamente la mitad de las mismas.
El Plan Territorial de Fomento para Ávila, cuyo formato, concepción y desarrollo potencial no son una excepción en Castilla y León, se erige como una de las más serias intenciones recientes de afrontar con garantías el desequilibrio de que adolece Ávila en el contexto de la macroeconomía regional. Planes industriales ha habido unos cuantos, pero casi siempre papel mojado, sin el imprescindible paraguas presupuestario y financiero. Parece que ahora va en serio y que, si ya lo era antes de la crisis sanitaria, su oportunidad está hoy fuera de toda duda.